Cuando escuchamos acerca de las habilidades motoras
finas, rápidamente tendemos a pensar en “niños sentados alrededor de una mesa”
o incluso en “actividades gráfico-plásticas”. Sin embargo, en la primera
infancia, antes de llegar allí, tendremos que ser pacientes y pasar por diferentes
etapas.
¿Qué es la motricidad fina?
Las habilidades motoras son todas las funciones que le
permiten controlar sus movimientos. Las habilidades motoras finas se relacionan
con movimientos precisos que requieren músculos pequeños, especialmente los de
la mano y los dedos. Agarrar un objeto, arrojarlo, llevarse un objeto a la boca
pero también recortar o dibujar son parte de estos movimientos finos.
¿Cómo evolucionan las habilidades motoras finas?
Aquí hablaré de evolución porque, como ocurre con la
motricidad gruesa, la edad de adquisición de las diferentes etapas varía de un
niño a otro. Aquí de nuevo, ¡cada uno tiene su propio ritmo! Por otro lado, lo
que no varía es el orden en el que se configuran estas etapas.
En efecto, la adquisición de un gesto, sea el que sea,
depende de dos factores principales:
- El equipamiento neurobiológico del niño: maduración cerebral y capacidades perceptivas y cognitivas.
- Su entorno y los estímulos que recibe.
He aquí por qué hay tantas diferencias entre dos niños de
la misma edad.
Por otro lado, la evolución siempre se hará en la misma
dirección porque obedece a una ley neurológica: la ley próximo-distal. Claramente,
esto significa que la evolución del tono y por tanto el control del gesto será
siempre desde el centro del cuerpo hacia la periferia. Así, el hombro estará
controlado antes que la mano y la cadera antes que el pie. El niño pequeño
controlará primero sus brazos, luego sus manos, luego sus dedos.
Es importante saber que entre las capacidades perceptivas necesarias para la adquisición de un gesto, una de las más esenciales en el desarrollo de la motricidad fina es la visión. Es porque el niño percibe el objeto en su campo visual que busca dirigir su gesto hacia él.
¿Cuáles son la e tapas de la motricidad fina?
Antes de poder agarrar intencionalmente un objeto, el
recién nacido tiene habilidades motoras reflejas. Por lo tanto, no tiene
control sobre él. Entonces, un bebé que agarra su dedo no significa que esté
feliz de tenerlo cerca de él (incluso si realmente lo está), es solo su reflejo
de agarre lo que se expresa.
Después de unos 3 meses, este reflejo desaparecerá en
favor de un reflejo de contacto y luego el agarre se volverá voluntario. Este
agarre luego tomará diferentes formas antes de llegar a la famosa pinza del
índice y del pulgar.
Inicialmente, el bebé usa solo una mano. Luego logrará (alrededor de 5 meses) pasar un objeto de una mano a la otra para finalmente poder usar ambas manos. (A partir de 6 meses)
Además, esta aprehensión será primero cubito-palmar
(decimos que el niño rastrilla) luego digito-palmar (los dedos se doblan en un
gancho hacia la palma) y finalmente radio-digital (con el pulgar que se desprende
de los otros dedos). La pinza índice y pulgar completará este desarrollo
alrededor de los 9 meses.
Luego viene la lateralidad (entre 2 y 4 años), es
decir uso preferencial con una mano para sus manipulaciones.
El Rol del Docente de educación inicial en el desarrollo de
la motricidad fina
El medio ambiente es fundamental en la sucesión de estas
diferentes etapas. Por tanto, el papel del docente es múltiple.
- Se deben poner a disposición del niño objetos adaptados a sus capacidades. No es necesario, por ejemplo, ofrecer bloques grandes a un niño que no domina la coordinación de las dos manos. Es mejor ofrecerle cubos pequeños que pueda apilar con una mano.
- Proponga situaciones nuevas con moderación. El niño necesita repetición para adquirir y apropiarse del gesto. Ofrecerle nuevas situaciones cuando acaba de dominar un gesto solo lo confrontará con el fracaso. Ofrezca solo un objeto nuevo a la vez entre aquellos que ya domina para variar la estimulación gradualmente.
- Plantee situaciones alternas que estimulen la precisión y aquellas que desarrollen músculo. Por ejemplo, manipular una pequeña bolsa sensorial o amasar pasta de sal puede fortalecer los diferentes músculos de la mano, mientras que verter agua o clasificar tapas de envases estimulará una coordinación precisa.
- Anímelo y elógielo. Tómese el tiempo para verlo en acción y valore sus esfuerzos y avances. Cuanto más apreciado y valorado el niño, más quiere seguir adelante y perseverar. Por supuesto, este estímulo debe ser regular.
- Garantice su seguridad. Es obvio que no ofreceremos ningún objeto que pueda ser ingerido a un niño que aún se lleva juguetes a la boca.