Este es sin duda un cuento ideal para desarrollar diversos aprendizajes, tales como:

Fomentar actitudes de resiliencia, amabilidad, aumentar el vocabulario, conocimiento de la naturaleza, buscar o pedir ayuda cuando sea necesario, nociones espaciales, temporales y de  velocidad. También fomenta la ayuda desinteresada, cuidado personal y mucho más.  A demás puedes desarrollar  secuencias o planificaciones didácticas a partir de este cuento. 


UN FELIZ ENCUENTRO


Había una vez un turpial, sí, el pájaro amarillo y negro, con su pico alargado y de alegre cantar. Estaba feliz de haber crecido mucho y poder volar. Se paseaba en el espacio con toda la libertad.

Pues estaba un día ensayando un nuevo vuelo, en el cual daba muchas vueltas en el aire y otra vez regresaba a la alta montaña desde donde empezaba su acrobacia.

Cierto día que el turpial no comió lo suficiente y estaba distraído haciendo piruetas, algo inesperado pasó:

Sin fijarse bien por donde iba, chocó con un ave más grande que él; el pájaro era tan, pero tan enorme que no sintió aquel choque y continuo su vuelo.

El turpial estaba golpeado y tenía mucho dolor, pero aún tenía la fortuna de poder caminar.

Como pudo se dirigió hasta el río, al cual le preguntó:



¿Podrás ayudarme a sentirme mejor?

El río contesto con tono amable:

Quisiera hacerlo con mucho gusto, pero mi corriente es muy rápida y podría arrastrarte. Tal vez en otra ocasión podría ayudarte.

El turpial siguió después de despedirse del río. A su paso,  encontró a una roca la que también le pidió ayuda diciendo:

¿Quieres permitirme que me meta debajo de ti para tomar un descanso?

A lo que la roca respondió:

Mucho gusto me daría, pero debajo de mí vive un señor castor con su recién formada familia.

El turpial continuó su camino y encontró muy cerca de allí a la flor de girasol. Se puso muy contento porque ella tal vez le daría un poco de néctar y así se recuperaría.



Cuando llegó hasta ella le dijo en tono amable:

Buenos días señorita girasol, necesito ayuda; ¿Podría darme un poco de su delicioso y rico néctar?

Con cara muy apenada el girasol le dijo:

Encantada le daría mi néctar, pero por aquí pasó el colibrí y tomó todo el que tenía.

El girasol dio la vuelta al sol cuando sus rayos la tocaron y se despidió del turpial.

Al turpial no le quedó más remedio que acercarse hasta el árbol que era el vigilante del lugar y con todos los detalles le contó de su pesar.



El árbol después de escucharlo dijo:

Tengo el sitio ideal para ti.

Arriba hay alguien que se parece mucho a ti. Es en la rama más alta que está al lado derecho. Allí está el nido del inmenso árbol.

Con mucho esfuerzo el turpial subió hasta donde le había indicado el árbol guardián. Allí se encontró con una linda turpial.

La turpialita de inmediato le ofreció hospitalidad al ave que estaba en malas condiciones. El turpial se desmayó por su malestar y esfuerzo. Los días siguientes la turpialita cuidó con esmero al turpial y este poco a poco se recuperaba y sanaban sus dolencias.




Al cabo de dos semanas ya el turpial estaba completamente recuperado y agradecido con su amable amiga. Él estaba decidido a marcharse de la casa de su buena amiga, pero esta le pidió que se quedara unos días más. Entonces durante ese tiempo sucedió lo inevitable. Los pájaros se enamoraron profundamente, sus piquitos se juntaron en un dulce y tierno beso. El turpial le pidió a la linda avecita casarse cuanto antes con él, a lo que la turpialita aceptó contenta.

Convocaron a todos los animales y cerca del cristalino y caudaloso río se casaron los turpiales.

Ella tenía coloridas flores sobre su pequeña cabeza y el elegante, se puso un lazo en el cuello. Entonces hicieron una hermosa celebración y una agradable reunión.

El árbol que los había unido, se sentía muy feliz y sus ramas fueron por siempre el lugar donde vivieron los pájaros y tuvieron sus hijitos.


FIN
Escrito y adaptado por: Sandra Garrido Ojeda